Krambacher es un muy modesto empleado, además de un señor sin "parentela", como aseguran las propietarias de su habitación, de la que cambia cada cuatro o seis semanas. Antes ha pensado cierto tiempo dónde podría hospedarse la noche de fin de año. Pero todos los planes se han desvanecido con el dinero que le quedaba ha ido a adquirir dos botellas de ponche. Así después de las nueve horas, da comienzo su banquete solitario, siempre con la esperanza de que suene el timbre y sea alguien que quiere visitarlo, que desea hacerle compañía.
Mas su esperanza queda defraudada. Poco antes de las once decide marcharse. Es que le ha entrado claustrofobia. Seguimos entonces sus pasos nocturnos, un tanto inquietantes por lo ligeros, tal vez tan sólo sueñe que camina. Esta misma sospecha también puede tenerla pasajeramente el lector. Krambacher avanza a través de una calleja apartada. Una lámpara que despide una luz mortecina le llama la atención. ¿Un local ambiguo con fiesta de fin de año? ¿Porqué está tranquilo? Se aproxima y comprueba que de hecho no se trata de un local: Sobre una luna opaca y encalada, de la que sale un luz lechosa, se leen letras de madera despintada: KAISERPANORAMA.
Quiere pasar de largo, pero un papel muy sucio pegado a la luna le hace detenerse: "Hoy función de gala! Viaje al año viejo!"
Krambacher se ha quedado sorprendido; abre tímidamente aquella puerta y, no viendo a nadie, cobra valor y entra. Hay está el Kaiserpanorama. Hay treinta y dos sillas dispuestas en círculo. En una de ellas dormita el propietario, un viudo italiano que se llama Geronimo Cafarotti, y que al acercarse el visitante se levanta de un salto.
Gran verborrea que despliega el italiano. De sus palabras pronto se deduce que cada noche se agotan las localidades; casualmente esa noche hay menos asistencia, desde que se trata del programa de gala; pero se ha enterado de que vendrá alguien, es decir, el justo. Mientras que invita al visitante a sentarse en un taburete ante dos mirillas, él se sienta apartado: acá conocerá alguien curioso y verá a alguien que no se nos parece:
Su segundo yo. -Usted pasa la tarde reprochándose, tiene complejo de inferioridad, se siente cohibido, se reprocha no seguir bien sus impulsos. Ahora bien, ¿Qué son esos impulsos? Son la presión del segundo yo sobre el picaporte de la puerta que conduce a su vida. Pero ahora sabrá porqué tiene esa puerta cerrada con llave, porqué le abruman tantas inhibiciones, porqué no puede ceder a sus impulsos.
Comienza el viaje por el viejo año. Hay 12 imágenes, y en cada una de ellas, una descripción pequeña; y con cada una, las aclaraciones del viejo, que se desliza de una silla a otra. Las imágenes son las que ahora siguen:
El camino que quisiste tomar
La carta que quisiste escribir
El hombre que quisiste salvar
El pasaje que quisiste reservar
La mujer a la que quisiste seguir
La palabra que quisiste oír
La puerta que quisiste abrir
El traje que quisiste llevar
La pregunta que quisiste hacer
La habitación del hotel que quisiste tener
El libro que quisiste leer
La oportunidad que quisiste aprovechar
En unas se aprecia el segundo yo, y en otras solamente las situaciones en las que el el primero quiso verse. Las imágenes se explican conforme se desplazan al sonido de un campanilleo para permitir visionar lo siguiente, conforme se hacen sitio unas a otras apenas quedan quietas, después de presentarse temblorosas.
El último campanilleo se hunde en el estruendo de las campanadas propias de año nuevo. Y Krambacher despierta sentado en su silla con el vaso del ponche vacío en las manos.
Tomado de: Sueños
Abada editores. Madrid 2011
Traducción Juan Barja y Joaquín Chamorro M.