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MI LÁMPARA Y MI PAPEL BLANCO por Gaston Bachelard



Cuando se recuerda un lejano pasado de trabajo. Cuando se repiensan las numerosas, pero monótonas imágenes del trabajador obstinado, leyendo y meditando bajo la lámpara, uno empieza a vivir como si fuera el personaje único de un cuadro.Una pieza con muros desvaídos y como apretados sobre su centro,concentrada en torno del hombre que piensa, sentado en la mesa iluminada por la lámpara. Durante su larga vida, la mesa ha recibido mil variantes, pero conserva su unidad, su vida central. Ahora es una imagen constante en la que se funden los recuerdos y los sueños. El soñador se concentra en ella para recordar al hombre que trabaja. Se reconforta y añora las piecitas donde se trabaja, en las que tenía la energía para trabajar bien. El verdadero espacio del trabajo solitario es, en una habitación pequeña, el círculo iluminado por la lámpara. Jean de Boschère sabía esto cuando escribió: Sólo en una habitación exigua se puede trabajar. Y la lámpara de trabajo concentra la habitación en las dimensiones de la mesa. Cómo la lámpara de antaño, en mis recuerdos, concentraba la pieza, restablecía las soledades del coraje, mi soledad de trabajador!

El trabajador bajo la lámpara es también una imagen válida para mil recuerdos míos, válido para todos, al menos así me lo imagino. El dibujo, estoy seguro, no tiene necesidad de leyenda. No se sabe en qué piensa el trabajador ante la lámpara, pero se sabe que piensa, que está solo en su reflexión. La imagen primera lleva la señal de una soledad, la marca característica de un tipo de soledad.

Trabajaría mejor, realmente trabajaría bien, si pudiera  reencontrarme con una u otra de mis imágenes "primeras"!     


Tomado de: Señal que cabalgamos
Universidad Nacional de Colombia
Traducción Hugo Gola




EL SEGUNDO YO (Un cuento de fin de año para reflexionar) por Walter Benjamin




Krambacher es un muy modesto empleado, además de un señor sin "parentela", como aseguran las propietarias de su habitación, de la que cambia cada cuatro o seis semanas. Antes ha pensado cierto tiempo dónde podría hospedarse la noche de fin de año. Pero todos los planes se han desvanecido con el dinero que le quedaba ha ido a adquirir dos botellas de ponche. Así después de las nueve horas, da comienzo su banquete solitario, siempre con la esperanza de que suene el timbre y sea alguien que quiere visitarlo, que desea hacerle compañía.

Mas su esperanza queda defraudada. Poco antes de las once decide marcharse. Es que le ha entrado claustrofobia. Seguimos entonces sus pasos nocturnos, un tanto inquietantes por lo ligeros, tal vez tan sólo sueñe que camina. Esta misma sospecha también puede tenerla pasajeramente el lector. Krambacher avanza a través de una calleja apartada. Una lámpara que despide una luz mortecina le llama la atención. ¿Un local ambiguo con fiesta de fin de año? ¿Porqué está tranquilo? Se aproxima y comprueba que de hecho no se trata de un local: Sobre una luna opaca y encalada, de la que sale un luz lechosa, se leen letras de madera despintada: KAISERPANORAMA. 

Quiere pasar de largo, pero un papel muy sucio pegado a la luna le hace detenerse: "Hoy función de gala! Viaje al año viejo!" 
Krambacher se ha quedado sorprendido; abre tímidamente aquella puerta y, no viendo a nadie, cobra valor y entra. Hay está el Kaiserpanorama. Hay treinta y dos sillas dispuestas en círculo. En una de ellas dormita el propietario, un viudo italiano que se llama Geronimo Cafarotti, y que al acercarse el visitante se levanta de un salto. 

Gran verborrea que despliega el italiano. De sus palabras pronto se deduce que cada noche se agotan las localidades; casualmente esa noche hay menos asistencia, desde que se trata del programa de gala; pero se ha enterado de que vendrá alguien, es decir, el justo. Mientras que invita al visitante a sentarse en un taburete ante dos mirillas, él se sienta apartado: acá conocerá alguien curioso y verá a alguien que no se nos parece:

Su segundo yo. -Usted pasa la tarde reprochándose, tiene complejo de inferioridad, se siente cohibido, se reprocha no seguir bien sus impulsos. Ahora bien, ¿Qué son esos impulsos? Son la presión del segundo yo sobre el picaporte de la puerta que conduce a su vida. Pero ahora sabrá porqué tiene esa puerta cerrada con llave, porqué le abruman tantas inhibiciones, porqué no puede ceder a sus impulsos. 

Comienza el viaje por el viejo año. Hay 12 imágenes, y en cada una de ellas, una descripción pequeña; y con cada una,  las aclaraciones del viejo, que se desliza de una silla a otra. Las imágenes son las que ahora siguen: 

El camino que quisiste tomar
La carta que quisiste escribir
El hombre que quisiste salvar
El pasaje que quisiste reservar
La mujer a la que quisiste seguir
La palabra que quisiste oír
La puerta que quisiste abrir
El traje que quisiste llevar
La pregunta que quisiste hacer
La habitación del hotel que quisiste tener
El libro que quisiste leer
La oportunidad que quisiste aprovechar

En unas se aprecia el segundo yo, y en otras solamente las situaciones en las que el el primero quiso verse. Las imágenes se explican conforme se desplazan al sonido de un campanilleo para permitir visionar lo siguiente, conforme se hacen sitio unas a otras apenas quedan quietas, después de presentarse temblorosas. 

El último campanilleo se hunde en el estruendo de las campanadas propias de año nuevo. Y Krambacher despierta sentado en su silla con el vaso del ponche vacío en las manos.  
      


Tomado de: Sueños
Abada editores. Madrid 2011
Traducción Juan Barja y Joaquín Chamorro M.