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HABLA EL ERMITAÑO por Friederich Nietzsche


El arte de tratar con los hombres descansa fundamentalmente en la habilidad (que tiene como supuesto un largo ejercicio) para aceptar y servirse una comida preparada por una cocina en la que no se tiene confianza. Supuesto el caso de que se llegue a la mesa con un hambre de lobo, todo resulta fácil ("se puede sentir la peor compañía...", como dice Mefistófeles); pero esta hambre de lobo no se la tiene ¡cuando se la requiere! ¡Ah, cuán difícil de digerir son los otros hombres! Primer principio: asumir el propio coraje como ante una desgracia, servirse valerosamente, asombrarse allí de uno mismo, apretar su repulsión entre los dientes, embutir su náusea hasta el fondo. Segundo principio: "mejorar" a los otros hombres, por ejemplo, mediante un halago, de manera que comience a resumar su felicidad acerca de sí mismos; o bien coger una punta de sus buenas o "interesantes" cualidades y tirar de ella hasta que salga la virtud entera, y se pueda esconder al prójimo debajo de sus pliegues. Tercer principio: autohipnosis. Mirar fijamente al objeto con que se trata como si fuese un botón de vidrio, hasta que allí se deje de sentir placer o displacer y uno se adormezca sin darse cuenta, se quede tieso, se adquiera compostura: es un medio casero que procede del matrimonio y de la amistad, ampliamente comprobado y alabado como imprescindible, pero que no ha sido formulado aún científicamente. Su nombre popular es --paciencia.


Tomado de: La Gaya Ciencia