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DAR UNA FORMA por Catalina Isaza



Dar una forma a la ausencia 
y a la forma del tiempo
darle también forma a la espera

Dar una forma a la vida
y al cuerpo darle forma
para que sane el vacío

Prefigurar la risa y proyectarla
y al mundo darle forma
pronunciando los compases del misterio

A la luz darle una forma
Al santuario del cosmos
protegerlo con la sombra de su figura plena

Condensar la energía misma:
dar forma al poder inmenso
en el santuario material del límite

Dar una forma al olvido
y al silencio regalarlo
con un trozo de sí mismo

Dar forma a la forma misma
para descifrar nuestros confines interiores...
Cubrir la paradoja con su ropaje austero




Especial agradecimiento a Catalina Isaza por esta colaboración desde Sao Paulo - Brasil.
Imagen: "Estancia", tomada por la autora misma. 








UNA VENTANA A LA MAR por Eduardo Galeano



No está clavada a un lugar. Las montañas y los  árboles tienen el destino en la raíz; pero la mar ha sido, como nosotros, condenada a la vida vagabunda. Aires de marinería: nosotros, hombres de la costa, hemos sido hechos de mar, además de tierra. Y bien lo sabemos, aunque no lo sepamos, cuando vamos navegando en el oleaje de las calles de la ciudad, de café en café, y a través de la bruma viajamos hacia el puerto o naufragio que esta noche nos espera. 


Tomado de: Las palabras andantes.

OBSTÁCULOS por Jorge Bucay



Voy andando por un sendero.
Dejo que mis pies me lleven.
Mis ojos se posan en los árboles, en los pájaros, en las piedras.
En el horizonte se recorta la silueta de una ciudad.
Agudizo la mirada para distinguirla bien.
Siento que la ciudad me atrae.
Sin saber cómo, me doy cuenta de que en esta ciudad puedo encontrar todo lo que deseo.
Todas mis metas, mis objetivos y mis logros.
Mis ambiciones y mis sueños están en esa ciudad.
Lo que quiero conseguir, lo que necesito, lo que más me gustaría ser, aquello a lo cual aspiro, lo que intento, por lo que trabajo, lo que siempre ambicioné, aquello que sería el mayor de mis éxitos.
Me imagino que todo eso está en esa ciudad.
Sin dudar, empiezo a caminar hacia ella.
A poco de andar, el sendero se hace cuesta arriba.
Me canso un poco, pero no importa.
Sigo.
Diviso una sombra negra, más adelante, en el camino.
Al acercarme, veo que una enorme zanja me impide mi paso. Temo... dudo.
Me enoja que mi meta no pueda conseguirse fácilmente.
De todas maneras decido saltar la zanja.
Retrocedo, tomo impulso y salto...
Consigo pasarla.
Me repongo y sigo caminando.
Unos metros más adelante, aparece otra zanja. Vuelvo a tomar carrera y también la salto.
Corro hacia la ciudad: el camino parece despejado. Me sorprende un abismo que detiene mi camino.
Me detengo. Imposible saltarlo.
Veo que a un costado hay maderas, clavos y herramientas.
Me doy cuenta de que está allí para construir un puente. Nunca he sido hábil con mis manos.
... Pienso en renunciar.
Miro la meta que deseo... y resisto.
Empiezo a construir el puente.
Pasan horas, o días, o meses.
El puente está hecho.
Emocionado, lo cruzo.
Y al llegar al otro lado... descubro el muro.
Un gigantesco muro frío y húmedo rodea la ciudad de mis sueños... Me siento abatido...
Busco la manera de esquivarlo.
No hay caso.
Debo escalarlo.
La ciudad está tan cerca...
No dejaré que el muro impida mi paso.
Me propongo trepar.
Descanso unos minutos y tomo aire...
De pronto veo,
A un costado del camino,
Un niño que me mira como si me conociera.
Me sonríe con complicidad.
Me recuerda a mí mismo... cuando era niño.
Quizás por eso, me animo a expresar en voz alta mi queja:
- ¿Por qué tantos obstáculos entre mi objetivo y yo?
El niño se encoge de hombros y me contesta:
- ¿Por qué me lo preguntas a mí? Los obstáculos no estaban antes de que tú llegaras... Los obstáculos los trajiste tú.

Tomado de: 26 cuentos para pensar.