Nos merecemos una
catarsis ¿pero cómo hablarla?
Primero nos contaron
una historia, una historia de hombres y mujeres, dueños de la vida y de la
muerte, también de la memoria ¿Cómo recordar si fueron ellos quienes conformaron
y conservaron el recuerdo?, ¿Cómo recordar por fuera de su Memorial Company?
esa empresa que por todas partes reunió nuestras ruinas, traficó con nuestros
recuerdos y levantó museos de nuestras civilizaciones sepultadas.
Les vi excavar, les
vi escarbando las sepulturas, las tumbas de nuestras civilizaciones para erigir
museos. Ellos lapidaron nuestros cuerpos y levantaron sobre sus huellas un
mercado del pasado. Nuestra memoria: Objetos exóticos, leyendas, supersticiones
a la venta en calendarios, pocillos, llaveros para turistas, objetos de
anticuario y subasta de un pasado ab-origen.
Desde allí fuimos los
otros, no, no los otros, los cuerpos integrados a sus mitos, los cuerpos
mitologizados de su historia. Y mientras tanto en nuestras culturas levantaron
una industria de la memoria, parece que jamás hubo tanto dinero para construir
monumentos y defender la historia nacional.
Pero ¿Qué ausencia
pretenderá reparar esta industria del recuerdo?, ¿Qué olvido toda esa memoria
quisiera hacernos olvidar? Nos merecemos una catarsis. Pero ¿qué agujero umbrío
estará travistiendo esa forma del pasado?
Después de la piedra
y la madera, la historia se ha escrito en el hueso, el marfil, el cuerno, la
piel. Así, travestis, transexuales, transgeneristas, intersexuales, mujeres, hombres,
cuerpos proletarios, cuerpos racializados, cuerpos conquistados por categorías
predichas, escribimos la historia en nuestros cuerpos vivos y en los muertos
que llevamos como memoria también.
Pero nos contaron una historia, una historia de hombres y mujeres, dueños de la vida y de la muerte, también de la memoria y pareciera que no hubiera cabida sino para sus cuerpos binarios, bellos, delgados, blancos, productivos y reproductivos. Los nuestros quedaron a una orilla y se mueren de hambre, se inyectan aceite, improvisan implantes, se fajan, se las pintan de blancos. Para nosotros no hubo la sacralización de las momias y los sudarios, pero sí fosas comunes, cuerpos flotando en el río, cuerpos desmembrados, cuerpos desaparecidos… la recolonización se hace todos los días ¡Oda al pasado! A esa labor patrimonial, que nos arrebató las palabras y las tradujo a una lengua que ahora es la nuestra. Más allá de la represión, intentaron un crimen perfecto, nos enlistaron en el inventario de lo imposible y luego botaron la lista, como si no hubiésemos existido nunca.
Después, la historia
tomo vida propia ¡oda a nuestros padres putativos de la historia! a esos
hombres y mujeres que ahora eran nuestros hermanos, hermanas, nuestro padre alienado
a su pose de masculinidad, a la madre que después se preguntaba qué habría
hecho mal para merecer que su hijo ahora quisiera ponerse un par de tetas o
quitárselas, para que quisiera quitarse el pito o quitárselo, o para que le
diera por encontrar el amor en alguien con su mismo cuerpo. Ahora eran los
policías empapándoles con mangueras las prótesis de espuma a las maricas que se
meneaban entre la 95 y la 100 con 15 cuando eran novedad y los tipos de la
curiosidad se las querían comer a todas, pero los tombos las arrastraban en las
motos, y luego las soltaban con los tacones rotos y las espumas escurriendo…
Pero las trabas
putas, maricas, locas, desviadas, pervertidas, viciosas, degeneradas,
pecadoras, peligrosas sociales, somos sobrevivientes de las familias, la escuela,
las calles, los centros de inmigrantes, la religión, la política, la medicina,
los analistas, la criminología y la ciencia estética. etc., etc. de esa
historia de hombres y mujeres, dueños de la vida y de la muerte. Nuestros
cuerpos son el pasado futuro, nuestros cuerpos son la memoria de lo olvidado.
Agradecimiento por la colaboración
de Luz Mary Seta para esta publicación de junio de 2012 - Bogotá
de Luz Mary Seta para esta publicación de junio de 2012 - Bogotá