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EXTRACCIÓN DE LA PIEDRA DE LA LOCURA por Alejandra Pizarnik



Si de pronto una pintura se anima y el niño florentino que miras ardientemente extiende una mano y te invita a permanecer a su lado en la terrible dicha de ser un objeto a mirar y admirar. No (dije), para ser dos hay que ser distintos. Yo estoy fuera del marco pero el modo de ofrendarse es el mismo.

Briznas, muñecos sin cabeza, yo me llamo, yo me llamo toda la noche. Y en mi sueño un carromato de circo lleno de corsarios muertos en sus ataúdes. Un momento antes, con bellísimos atavíos y parches negros en el ojo, los capitanes saltaban de un bergantín a otro como olas, hermosos como soles.

De manera que soñé capitanes y ataúdes de colores deliciosos y ahora que tengo miedo a causa de todas las cosas que guardo, no un cofre de piratas, no un tesoro bien enterrado, sino cuantas cosas en movimiento, cuantas pequeñas figuras azules y doradas gesticulan y danzan (pero decir no dicen), y luego está el espacio negro -déjate caer, déjate caer-, umbral de la más alta inocencia o tal vez tan sólo de la locura. Comprendo mi miedo a una rebelión de las pequeñas figuras azules y doradas. 


Alma partida, alma compartida, he vagado y errado tanto para fundar uniones con el niño pintado en tanto que objeto a contemplar, y no obstante, luego de analizar los colores y las formas, me encontré haciendo el amor con un muchacho viviente en el mismo momento que el del cuadro se desnudaba y me poseía detrás de mis párpados cerrados.




(Fragmento)

CONJURAR por Rainer Maria Rilke



Extíngueme los ojos : puedo verte
tápame los oídos : puedo oírte
y aun sin pies puedo ir hacia ti
y aun sin boca puedo conjurarte.



ANHELO por Giorgos Seferis




Sin color, sin cuerpo
este cariño que vaga
disperso, apiñado,
una y otra vez disperso,
palpita sin embargo
en el bocado de la manzana,
en la incisión del higo,
en una cereza grana,
en el grano de un racimo.
Tanta Afrodita difusa por el aire
dará sed y palidez
a una boca y a otra boca
sin color, sin cuerpo.



De "Poesía completa"  
Alianza Editorial, Madrid, 1986
Versión de Pedro Bádenas de la Peña 
Más sobre Seferis en: http://amediavoz.com/seferis.htm#Anhelo

CANCIÓN Y DESEO NOCTURNO por Marguerite Duras


Una noche, no hace mucho, pasaron bajo mis ventanas un hombre y una mujer. Fue en mitad de la noche. Iban cantando cierta canción, no sé cuál, pero me parecía haberla oído antes, una vez, sólo una vez en mi vida, tal vez en una hora de felicidad. Era una melodía bien acompasada que tenía el ritmo y el tono de un ritornelo antiguo. Era, pues en mitad de la noche, y a esa hora, que es la del sueño, había dos personas cantando esa canción. Solos en el mundo, cantaban, con voz suave, aplicada, no berreaban como borrachos, se escuchaban cantar. Solamente dos que se amaban, que estaban en lo vivo de un amor naciente, solos, a esa hora en que la humanidad aburmada por el olvido se recupera con el sueño, ellos tenían esa oportunidad de dedicarse a cantar. En medio de la noche vacía, en ese punto de confluencia de las dos vertientes de la noche, se elevaba aquella canción: era una flor roja que de repente salía de la noche de piedra. Canción contra la muerte, para hacerle a uno levantar montañas. toda mi carne se puso a gritar y tuve deseos de un hombre. Un desconocido. Sobre todo un desconocido, desconocido como la calle. ¿Por qué? Sin duda por una preocupación por la pureza. Porque no se mezclara el sentimiento en ese instante en que el amor de los otros,  de los que acababan de pasar, me colmaba. el desconocido me penetraría completamente y se quedaría inmóvil y mudo, y yo igual, inmóvil y satisfecha, llena de aquello de lo que estaba vacía, de un sexo de hombre lleno como un vaso de vino, en comunicación con el prójimo, con el mundo por medio de esa verga encajada en mí, que me clavaría en el suelo.
Se es inmovilidad y aquello a lo que se aspira es a esta inmovilidad.

Tomado de los Cuadernos de la guerra
Ediciones Siruela.