A. -Yo no soy de esos que piensan con la pluma mojada en la mano, y menos todavía de los que se entregan a sus pasiones ante el tintero abierto, sentados en su sillón y mirando el papel. Me enoja y avergüenza todo escrito; para mí, escribir es una necesidad; me repugna hablar de ello hasta por símbolos.
B. -Y ¿por qué escribes entonces?
A. -¡Ay querido amigo! Te diré para que quede entre nosotros, que no he descubierto otro medio de desembarazarme de mis pensamientos.
B.-¿Y porqué quieres desembarazarte de ellos?
A.-¿Que porqué quiero? ¿Es que yo lo quiero? No tengo más remedio.
B.-Basta, basta.
Tomado de La Gaya Ciencia.