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DE CABEZA por Jerzey Stanislaw Lec


Me preguntó con gracia: "Es quizá muy difícil inventar todo de cabeza, como lo hace usted?". "Es difícil", le respondí. "pero pienso que de pie sería mucho más difícil".


Tomado de Pensamientos despeinados.
Impreso en Museo Rayo, Cauca, Colombia 1987.

EL POEMA DE LA MENTE EN EL ACTO DE HALLAR por Wallace Stevens



El poema de la mente en el acto de hallar
Lo que habrá de bastarle. No siempre hubo de hallar:
La escena era precisa: repetía
Lo que había en el guión.
Entonces el teatro
Cambiaba en algo más. Y su pasado era un recuerdo.

Ha de vivir. Saber el habla del lugar.
Ha de encarar a los hombres del tiempo,
Hallar a las mujeres del tiempo; pensar acerca de la guerra
Y hallar lo que habrá de bastarle. He de
Edificar un escenario nuevo, estar sobre el escenario
Y, tal actor insaciable, lentamente y con
Meditación decir palabras que en el oído
En el más delicado oído de la mente, repitan
Exactamente lo que quiere oír, en cuyo
Sonido, un invisible auditorio escucha
No la pieza, sino a sí mismo, expresada en una
Emoción como de dos personas, como de
Dos emociones convirtiéndose en una. El acto r es
Un autor metafísico en lo oscuro, tañendo
Un instrumento, tañendo tensas cuerdas que producen
Sonidos que atraviesan súbita equidad, que contienen
En su totalidad la mente, debajo de la cual no puede
Descender, fuera de la que no habrá de subir. Debe
Ser el encuentro de una satisfacción, y
Quizá de un hombre patinando, una mujer que baila, una
Mujer peinándose. El poema del acto de la mente.




Versión de Andrés Sánchez Robayna

ENTRE CUATRO PAREDES por Karl Kraus


El legislador podría ser útil si redujese la intervención legislativa, en orden a la moral sexual, a la protección de tres bienes: la salud, la libertad del querer y la minoría de edad. Lo que se tiene que perseguir es la conducta del individuo que continúa su actividad sexual (y daña a otros) a sabiendas de que tiene una enfermedad venerea, el uso de la violencia y el abuso de los niños. Pero el legislador no debe tocar lo que hacen entre ellas, con consentimiento mutuo y libertad, personas adultas. La moral individual no puede ser nunca un bien jurídico; a lo sumo podrá serlo la decencia pública. Lo que ocurre entre cuatro paredes no puede suscitar escándalo y el poder del Estado no está llamado a meterse por el agujero de la llave. La indiscreción de una justicia que querría reglamentar el comercio entre los sexos siempre ha producido la peor de las inmoralidades: la criminalización del instinto sexual es un impulso estatal al delito.

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