
Aspectos (prefacio para la edición proyectada de sus obras). La obra compleja, cuyo primer volumen es este, es de sustancia dramática, aunque de forma diversa -aquí de fragmentos en prosa; en otros libros, de poemas o de filosofías. La constitución mental que la produce no sé si es una enfermedad. Lo cierto, sin embargo, es que el autor de estos libros-, nunca tuvo una sola personalidad, ni pensó nunca, ni sintió, sino dramáticamente; esto es, en una persona, o personalidad, supuesta, que pudiese tener estos sentimientos con más propiedad que el mismo autor. Hay autores que escriben dramas y novelas, y en esos dramas y en esas novelas atribuyen sentimientos e ideas a las figuras que los pueblan, que muchas veces se indignan de que sean tomados por sentimientos suyos, ideas suyas. Aquí la sustancia es la misma, aunque la forma sea diversa. A cada personalidad prolongada que el autor de estos libros consiguió vivir dentro de sí, le dió un carácter expresivo e hizo de esta personalidad un autor, con un libro o libros, con las ideas, las emociones y el arte de los cuales, él el autor real (o tal vez aparente, porque no sabemos lo que es la realidad), nada tiene que ver, salvo el haber sido, al escribirlas, el médium, de las figuras qué él mismo creo. Ni esta obra ni las siguientes tienen nada que ver con quien las escribe. Ni está de acuerdo con lo que está escrito en ellas, ni está en contra. Como si le fuera dictado, escribe; y como si le fuese dictado por un amigo, y por tanto éste con razón le hubiera pedido que escribiera lo que dictaba, encuentra interesante- tal vez sólo por amistad- lo que dictado, va escribiendo. El autor humano de estos libros no conoce en sí mismo ninguna personalidad. Quizá cuando siente una personalidad emerger dentro de sí, ve entonces que es un ente diferente de él, aunque parecido; hijo mental, tal vez, y con cualidades heredadas, pero con las diferencias de que es otro. Que esta cualidad en el escritor sea una forma de histeria, o de la llamada disociación de personalidad, el autor de estos libros ni lo rechaza ni lo apoya. De nada le serviría, esclavo como es de la multiplicidad de sí mismo, concordar con ésta o con aquella teoría sobre los resultados escritos de esta multiplicidad. Que esta manera de hacer arte cause extrañeza no sorprende; lo que sorprende es que haya algo que no cause extrañeza. Algunas teorías que el autor ahora tiene le fueron inspiradas por una o por otra de estas personalidades que, un momento, una hora, una época, pasaron consustancialmente por su propia personalidad, si es que esta existe. Afirmar que estos hombres, todo diferentes, todos bien definidos que pasaron por su alma incorporadamente, no existen, no puedo hacerlo el autor de estos libros ; porque no sabe qué es existir, ni cuál, Hamlet o Shakespeare, es más real, o real de verdad. Estos libros serán los siguientes, por el momento: primero este volumen, Libro del Desasosiego, escrito por quien dice llamarse Vicente Guedes*; El Guardador de Rebaños y otros poemas y fragmentos de (también e igualmente fallecido) Alberto Caeiro, que nació cerca de Lisboa en 1889 y murió donde había nacido en 1915. Si me dijeran que es absurdo hablar así de quien nunca existio, respondiera que tamposco tengo pruebas de que Lisboa haya existido alguna vez, o yo que escribo, o cualquier cosa, sea lo que sea. Este Alberto Caeiro tuvo dos discipulos y un continuador filosófico. Los dos discípulos, Ricardo Reis y Álvaro de Campos, siguieron caminos diferentes; el primero intensificó e hizo artísticamente ortodoxo el paganismo descubierto por Caeiro, y el segundo, basándose en otra parte de la obra de Caeiro, desarrolló un sistema completamente diferente y basado completamente en las sensaciones. El continuador filosófico, Antonio Mora* (los nombres son tan inevitables, tan impuestos desde fuera como las personalidades) tiene uno o dos libros por escribir, donde probará completamente la verdad metafísica y práctica del paganismo. Un segundo filosófico de esta escuela pagana, cuyo nombre, sin embargo, todavía no ha aparecido en mi visión o audición interior, ofrecerá una defensa del paganismo basada enteramente en otros argumentos.
Es posible que más tarde otros individuos de este mismo tipo de verdadera realidad aparezcan. No sé; pero serán siempre bienvenidos a mi vida interior, donde conviven mejor conmigo de lo que yo consigo vivir con la realidad externa. Excuso decir que concuerdo con parte de sus teorías y que no concuerdo con otra parte. Estas cosas son perfectamente indiferentes. Si ellos escriben cosas bellas, esas cosas son bellas, independientemente de cualquier otra consideración metafísica sobre sus autores "reales". Si en sus filosofías dicen alguna verdad -si verdades hay en un mundo que es no haber nada-, esas cosas son verdaderas independientemente de la intención o de la ", de "realidad" de quien las ha dicho.
Volviéndome así, cuando menos, un loco que sueña alto; cuando más, no un solo escritor sino toda una literatura, aun si no consigo divertirme, lo que para mí ya sería bastante, tal vez contribuya a engrandecer el universo, porque quien al morir deja escrito un verso bello, deja más ricos los cielos y la tierra y más emotivamente misteriosa la razón de que haya estrellas y gentes.
Con una falta tal de literatura como hay hoy, ¿qué puede hacer un hombre de genio sino convertirse él solo en una literatura? Con una falta de gente con la que poder convivir como la que hay hoy, ¿qué puede hacer un hombre de sensibilidad sino inventar sus amigos o, por lo menos, sus compañeros de espíritu?
Pensé primero, en publicar anónimamente en relación a mí estas obras y, por ejemplo, establecer un neopaganismo portugués con varios autores, todos diferentes, colaborando con él y extendiéndolo. Pero, además de ser demasiado pequeño el medio intelectual portugués para que (incluso sin delaciones) la máscara se pudiera mantener, era inútil el esfuerzo mental necesario para mantenerla.
Tengo en mi visión, a la que llamo interior sólo porque llamo exterior a determinado "mundo", plenamente fijas, nítidas, conocidas y definidas, las líneas fisionómicas, los rasgos de carácter, la vida, la ascendencia, en algunos casos la muerte de estos personajes. Algunos se conocieron entre sí; otros no. A mí personalmente ninguno me conoció, excepto Alvaro de Campos. Pero, si mañana, viajando por América, yo encontrase de pronto la persona física de Ricardo Reis, que a mi parecer allí vive, ningún gesto de sorpresa me saldría del alma al cuerpo; estaría todo conforme, pero antes de esto ya estaba todo conforme.
Tomado de: Sobre literatura y arte. Fernando Pessoa. Alianza Editorial.