"La corrida, en sí, a pesar de sus acompañamientos acrobáticos y espectaculares, es en realidad un misterio religioso, un rito sacro. Con sus acompañantes o acólitos, el torero es una especie de sacerdote de los tiempos precristianos, pero al que el Cristianismo no puede condenar. ¿Qué es lo que representa el toro en la conciencia de los hombres?, la energía primitiva y salvaje, y al mismo tiempo la ultrapotencia fecundadora. Es el bruto con toda su potencia oscura; el macho con toda su fuerza sexual.
"Pero el hombre, si quiere ser verdaderamente hombre, debe disciplinar y conducir la fuerza con inteligencia, debe ennoblecer y sublimar el sexo con amor. Le corresponde matar en sí mismo la animcalida primigenia, vencer el porcentaje de buro que hay en él; la adoración de la fuerza muscular agresiva y de la fuerza erótica, igualmente agresiva.
"La corrida es la representación pública y solemne de esa victoria de la virtud humana sobre el instinto bestial. El torero, con su inteligencia pronta y despierta, con la ligereza de los movimientos rápidos y elegantes de su cuerpo, supera, vence, y da por tierra con la masa membruda, ciega y violenta del toro. La victoria sobre la bestia sensual y feroz es la proyección visible de una victoria interior. Por tanto, la corrida es el símbolo pintoresco y agonístico de la superioridad del espíritu sobre la materia, de la inteligencia sobre el instinto, del héroe sonriente sobre el monstruo espumajeante o, si se prefiere, del sabio Ulises sobre el cruel Cíclope.
Así, pues, el torero es el ministro cruento en una ceremonia de fondo espiritual, su espada no es otra que el descendiente supérstite del cuchillo sacrificial que utilizaban los antiguas sacerdotes. Y así como también el Cristianismo enseña a los hombres a liberarse de las sobrevivencias bestiales que hay en nosotros, nada hay de extraño que un úeblo católico como el nuestro concurra a este juego sacro, aun cuando no comprenda con claridad la íntima significación espiritual del mismo. Se podría recordar también que el rito inicial del antiguo culto de Mitra, aquella religión amenazó el triunfo del Cristianismo, consistía en el sacrificio del toro. el taurobolio. Si los humanitarios y puritanos extranjeros, que habitualmente están dotados de inteligencia más bien estrecha, fueran capaces de profundizar el verdadero secreto de la tauromaquia, juzgarían de una manera muy diversa a nuestras corridas.
El amigo español se levantó y abrazó a García Lorca. También yo, aun cuando no diera muestras externas de entusiasmo tan expresivas, reconocí que su ingeniosa y paradójica teoría era merecedora de una atenta meditación.