Los pobres se roban entre sí igual que los ricos. Por lo general los pobres lo hacen sin deliberación; no planifican sus robos. Los pobres se imaginan todos los días que va a cambiar su suerte. No creen realmente que vaya a cambiar, pero no paran de fantasear con qué pasaría si así fuera. Y no quieren perderse el momento si llegara a suceder. Cuando ven un mechero en el suelo al lado de un par de zapatos, lo agarran como si fuera la misma Suerte en persona quien se lo entregara. Y se dicen; esta es una señal que nuestra suerte ha cambiado. Agarrando el mechero no piensan: Robo. Piensan: Suerte. No, los pobres planifican de antemano el daño que hacen. No anotan todos los detalles mientras se llevan una fina copa de cristal a los labios y comprueban la hora en Tokio. Los pobres deciden en último momento.
Tomado de King.
Tomado de King.